viernes, 23 de marzo de 2018

Una efigie de princesa


Una efigie de princesa

Era el más bello lugar. Ella conversaba y discutía con alguien, él esperaba y miraba la escena, a pesar del esfuerzo por reconocer y descubrir con quien lo hacía no pudo, la iluminación tenue de la luna discurría sobre la espalda de ella, dejando en la penumbra una silueta. En la penumbra de esa esquina él pudo vislumbrar con esfuerzo que la silueta la sujetaba, él se puso intranquilo, pero finalmente ella con un leve esfuerzo se separó y se alejó de la silueta, se acercó a él con una leve sonrisa, con cierto temor se fueron tomando de la mano, ellas se entrelazaban lentamente y cada vez con más fuerza y convicción de querer estar juntas, él miraba de reojo a la silueta que lentamente en la penumbra se deslizaba de manera desgarradora hasta quedar tendido, él pudo sentir ese dolor y sintió pena por la silueta. Ella, la princesa se acercó suavemente al oído de él y le dijo – eres mi príncipe- y él fue feliz.

En ese instante, delante de ellos se levantaba el arco de ingreso al pueblo, estaba adornada de unas efigies grandes y raras, fijadas firmemente al piso.  Estaban también las otras, efigies más pequeñas y de formas reconocibles que, increíblemente suspendidas giraban alrededor de las efigies monumentales.  Ella lo detuvo y pregunto - ¿estás seguro? y él asintió con un movimiento positivo de su testa, continuaron la marcha y sin detenerse, apretaron las manos, juntaron las mejillas y sus labios casi se rozaron.

Cruzando el arco de entrada al pueblo, él se detuvo sin soltarla, con la otra mano quiso tocar las efigies pequeñas que adornaban el portal y no las pudo tocar, sus manos las atravesaban y estas desaparecían y luego de un instante volvían a aparecer, así estuvo unos segundos, entre desconcertado y sorprendido haciendo lo mismo con las otras efigies. Reanudo la marcha con ella, pero una sensación de intranquilidad se apoderaba de él y lo hacía volver a mirar las efigies mientras avanzaba, esa intranquilidad ahora se trasladaba a todo el paisaje y pensaba - ¿y si todo este hermoso paisaje son como las efigies?, ¿Como saber que es verdad y que es ilusión?  - de repente ella lo detuvo y lo saco de sus cavilaciones, lo miro a los ojos con ternura y lo beso, con unos de esos besos que sabes y deseas que sean interminables, y se deshizo… desapareció.

El despertó tendido en la penumbra y una voz interior le susurraba, siembras libertad, brindas libertad, aunque te duela la carne y el alma, y lloro.

Rafael Virhuez Riveros
Actor
23 de marzo 2018

Nota: la imagen corresponde al paisajista francés  Jean  Marc Janiaczyk

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