miércoles, 2 de noviembre de 2016

“La Honestidad del Curandero”

“La Honestidad del Curandero”

Particularmente escribo cuando algo me impacta, me emociona, indigna o desilusiona o simplemente cuando me da la gana. En esta oportunidad me “toca” y me emociona; y no puedo ser y tampoco quiero ser  objetivo y lógico en estas breves líneas. Estuve presente en la presentación de cierre de temporada de “Curandero” creación  colectiva  producida por Angeldemonio, dirigida por Ricardo Delgado y  que cuenta con la  actuación de  Augusto Montero.

“Curandero” como  señala su breve y resumida   sumilla intenta contarnos la historia de un estibador del mercado la "Parada" desilusionado del amor y víctima de sus demonios internos, que busca la cura a su dolor por medio de la curandería, pero encuentra otro sentidos a los rituales de sanación a los que se somete, los cuales terminan por seducirlo transformándolo, en otro ser.

Esta breve cronología dramatúrgica puede que no esté tan clara y evidenciada en la puesta en escena, fundamentalmente el desenlace: “…los cuáles terminan transformándolo en otro ser”. Pero como dice el panadero de la esquina, “esa es harina de otro costal” y ya habrá tiempo y espero ganas para amasar esa harina.

Lo que me lleva a escribir estas líneas, es el desempeño de Augusto Montero en escena. Me pregunto ¿Qué es falso?. Y con la ayuda de google encuentro algo con lo que sintonizo, la palabra falso, en su etimología, nos remite al latín “falsus” aludiendo a lo que es contrario a lo verdadero, pero que tiene apariencia de serlo.  En Curandero no hay la menor intención, pizca de aparentar nada, por el contrario se busca con afán desmedido y controlado, sincero y digno… ser verdadero.  

Desde que tomas asiento, sigues atentamente al actor en su tarea de acomodar los elementos de su puesta en escena, observas toda la parafernalia  escénica y sentimos que se  avecina un clima mágico – religioso que se corrobora con el ingreso de una gran sábila que será suspendida en el centro del escenario con la misión de proteger del mal o indicar con su florecimiento la llegada de tiempos mejores.

Los minutos pasan y algo raro se respira en el ambiente, algo que cuesta reconocer y que se confunde con el aroma de los vegetales presentes en escena, me pregunto ¿es raro o escaso?. Termino sentenciando: Me parece raro  porque es escaso en estos tiempos, y finalmente con el discurrir de la obra lo descubres: Honestidad. Esta es una cualidad, un valor  que en el teatro te permite establecer con el público unas relaciones interpersonales basadas en la confianza, la sinceridad y el respeto mutuo…Augusto respira y transpira honestidad de manera constante y contenida en escena, logrando establecer una comunión entre el público  asistente y el actor. Es decir, que ambos sujetos, público y actor, logramos conectar y participar de lo común, de lo que es afín en esta historia: El amor y el dolor, la presencia y la ausencia, la enfermedad y la sanación.

George Sand decía algo así: “Nada se parece más a un hombre honesto que un pícaro que conoce su oficio”. Los que conocemos algo de Augusto podemos dar fe de su compromiso y disciplina de trabajo. La honestidad verdadera permea todos los aspectos de la vida de una persona,  Augusto logra una actuación honesta, física, potente, sincera, contenida, creíble y entregada que sostiene con creces a Curandero.

Mención aparte merece una escena que particularmente para mi es memorable, es decir, que merece ser recordada y conservada: El Danzaq –Estibador o Estibador – Danzaq. Momento doloroso, sufriente, angustiante, electrizante y bello estéticamente.

Destacar además los diversos elementos que se conjugan para la eficacia de Curandero: El sonido, las luces, la utilería-escenografía, etc. Pero fundamentalmente la presencia y entrega honesta en escena de Augusto Montero.

Rafael Virhuez R.
CIJAC