LA ACCION Y LA FILOSOFIA DEL VECINO
Los términos de camarada y de compañero han perdido el sentido semántico original, al politizarse. Uno corre el peligro de ofender a un camarada si por error lo llama compañero o viceversa. Rara vez una tarea en común será posible entre compañeros y camaradas ¿Qué hacer cuando las crudezas de la vida convocan tareas en común que las ideologías antagónicas paralizan, en vez de solventar Villa el Salvador a inventado un término que es toda una conciliación revolucionaria: La palabra vecino.Así dos hombres que luchan juntos por sobrevivir, ya no se mueven en espacios ideológicamente similares o antagónicos, sino en un espacio de tierra, en un desierto que se torna habitable bajo su esfuerzo, dándole así una semántica nueva al término. Una semántica hecha de acción en común y que, partiendo del esfuerzo por el techo propio, termina luchando por la liberación propia y la de todos. Vecino se constituye, en la reversión de toda ideología o credo. Ideología y credo existen ya previamente, como una metafísica o una meta ética que debe ponerse en práctica desde arriba para cambiar la realidad y al hombre. Vecino es primero la acción, la cruda transformación de la realidad aciaga, desde abajo, y al paso de los acontecimientos cargar la palabra con el nervio de una ideología de un credo, pasibles de ser modificada a medida que la realidad transformada lo exige.Esa filosofía de vecino inventada y puesta en práctica en Villa el Salvador, ha hecho posible que, en quince años, casi un cuarto de millón de peruanos marginales de todo el país haya conquistado un techo propio, la ciudad propia, el teatro propio. Dialogo entre zorros del taller de teatro del centro de comunicación popular de VES, que se está presentando en la Alianza Francesa de Lima, es, de ese modo, la culminación dialéctica de la factual filosofía del vecino. Culminación para ir más lejos y gracias a este teatro vecinal, tenemos la revelación del proceso humano y social, ético y multitudinario, que ha sido capaz de cargar al termino vecino de esa nueva semántica que asombra al mundo y que muy bien podría transformar el Perú. Es por el nervio de la nueva semántica de vecino que VES es ahora distrito, miembro de la federación de ciudades unidas y candidato al premio Nobel de la Paz 1986.La obra, concebida para espacios abiertos, arenales tanto como plazas, se constriñe y toma por asalto la sala burguesa, ese desierto espiritual y lo transfigura. Atravesando la platea, profanando ese ritual silencioso con sus gritos, toman la escena como desnudos arquetipos de los desposeídos. El resto es, sobre la hostil arena del desierto, el surgimiento y la semantización de la palabra vecino: la tarea de vencer a la adversidad con una acción mancomunada, vecinal, en la conquista de la dignidad humana, en la conquista, al mismo tiempo de la dignidad teatral. Como las casas, al comienzo de esteras, luego de ladrillos, y un plan urbano distrital, este teatro es vecinal en el sentido pleno de la nueva semántica. El proceso es que esos seres anónimos van constituyéndose en vecinos, y terminan por convertir a los espectadores en vecinos, al asimilarlos a su lógica, a su moral, a la filosofía en marcha de una realidad y de un arte en marcha, ambos, realidad y arte indesligablemente unidos. Cuando los personajes se llaman progresivamente uno a otro vecino, vecinita, lo asumimos como el lugar común de nuestro propio léxico, y de nuestra moral citadina. Nos parece pueril, porque nuestra propia vida vecinal es la de un enmascarado desierto de relaciones humanas, con nuestras casas cada vez más parapetadas tras de rejas y muros.Pronto, la acción y la persistencia tenaz del término relacional en la puesta, carga a la palabra de un hondo sentido social y humano, tan novedoso como fructificante. Por la modalidad de teatro circular, la palabra vecino se extiende a la platea, el espacio de la escena y el espacio del público se unanimizan, y somos investidos por esta nueva moral unanimista. Participamos de la puesta como podríamos participar de la tarea comunal de VES. No hay distingos entre las ideologías políticas, ni la ideología del espectador, ni la ideología del actor conoce fronteras. El teatro, auténticamente, se torna vecinal. Una vez que asistimos a una asamblea de vecinos solventando sus dilemas cotidianos, o bailamos con ellos, la nueva semántica de vecino transfigura la vieja semántica del teatro. Y la acción fluctúa sin quiebres en esa efusión vecinal entre la acción épica blandiendo banderas, hasta la situación intima del enfermo que se muere por la incuria en hospitales y clínicas, hasta la cola y el viaje en colectivo.Cinco actores, muy jóvenes, desenvuelven la catadura y la circunstancia de una multitud. Es un pueblo y su avatar social lo que vemos en marcha. La percepción expresiva, emblemática o costumbrista, deja calar, sin embargo, profundos dilemas éticos y humanos. Cuando los niños juegan dramatizan los temas mayores al trasluz de ese procesamiento de la vida cotidiana a nivel de la niñez. Y los borrachitos están allí, no como mera estampa, sino como testimonio de una psicología en la que, en una situación que para otros es una fuga, persiste pese al alcohol una ética vecinal. Lo curioso y lo estimulante, es que, graficando la miseria, no estamos ante un teatro miserabilista. Por debajo de los heroicos andrajos de la marginalidad, destella esa épica voluntad vecindaria, esa nueva filosofía feliz de la realización en común, en su ironía y en su humor feraz. Todo es, tal vez, ingenuo, pero tras esa ingenuidad, como en la pintura naif, hay una voluntad formal, perspicaz y simplificadora para ser mejor imaginativa. Es un desafío ver a los actores en acción: los viejos conceptos de actor mutan su fosilización semántica.Vemos que son actores, pero sabemos (y su actuar lo precisa) que son lo que simulan ser. Es decir, pobladores auténticos de VES y en esa perentoria confianza, hay en su manera de proponer y plasmar sus personajes, la convicción profunda de que esos personajes son ellos mismos. Y se toman el diapasón cómodo y perentorio al retratarlos en su lenguaje, que es el suyo y en sus gestos que son sus gestos.Yolanda Díaz, Arturo Mejía, Graciela Díaz, Miguel Almeyda, Rafael Virhuez, Marco Almeida, dirigidos por Cesar Escuza son ellos mismos y mil más. Y esa unanimidad en cada gesto nos asimila a nosotros, que no sabemos ser aun vecinos, en el magistral calor humano de su capacidad de realización social y artística
Alfonso La Torre - La República, 28 de junio de 1986
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